El contexto de la fotografía portuguesa, similar al europeo, está en los últimos años en entredicho, deambulando por cuestiones en el plano del conceptualismo y abandonando, consecuentemente, las inherentes a la especifidad del medio.
Después de la gran tradición salonista, enfocada en los dos ejes gran-urbanos (Porto y Lisboa) de los años 60, la fotografía comenzó un largo recorrido hacia lo que muchas preconizaron como su fin, y otras como su renacimiento en la década de los 90 del siglo pasado. Entremedias, el nacimiento de los museos de arte contemporáneo y las galerías que tímidamente introdujeron la fotografía en sus paredes y colecciones, la proliferación de artistas –en su mayoría pintores– que sucumbieron a la práctica fotográfica, y la llegada de grandes exposiciones internacionales, así como la salida de fotógrafos a bienales internacionales, sembraron un nuevo mapeado de las artes en Portugal donde la fotografía usurpaba paulatinamente el lugar de la pintura. En ese proceso jugaron un papel muy importante los festivales, creados ya en la década de los 80 y las escuelas que impartían conceptos posmodernistas y que inculcaron que la conceptualización tenía que ganar peso en detrimento de las enseñanzas propias del medio.
La fotografía digital irrumpe en los años 90 generando la segunda democratización después de la ideada por George Eastman once décadas antes. Pero la fotografía digital no sólo ha acarreado una propagación pandémica de dispositivos y de fpm (fotografías por minuto), supuso un cambio de paradigma, muy bien explicado por el triunvirato formado por Kevin Robins, Lev Manovich y William Jhon Thomas Mitchell que, en distintas publicaciones, localizaciones y en diferentes años del primer lustro de los 90, hablaban de la muerte de la fotografía (o al menos como se entendía hasta entonces) y el nacimiento de algo nuevo que bautizaron como posfotografía.
El IPCI (Instituto de Produção Cultural e Imagem) nace en la era posfotográfica y hace un tiempo que imparte conocimientos y genera cultura en una línea diferente a los de su entorno, lo que contribuye a la consolidación de nuevos contextos en la fotografía portuguesa.
La nómina de artistas representados, todos ellos noveles, vienen de diferentes formaciones, muchas de ellas artísticas, y han cursado recientemente el máster de Fotografía Artística del Instituto de Produção Cultural e Imagem (IPCI, Porto). Todos y todas ellas, por tanto, han glosado su cultura visual y su formación después de los 90. Representan esa generación con nuevos modos de ver y hacer, con nuevos discursos críticos que poco a poco consiguen hacerse hueco a través de los festivales, becas y premios, implosionando el discurso hegemónico establecido por la generación que se encumbró en las estructuras ochenteras y que desde entonces han sido legitimados por los diferentes agentes del sistema del arte para no cambiar ni un ápice su discurso.
Esta exposición no pretende ser un recorrido exhaustivo por la fotografía portuguesa ni una visión que incluya todas las prácticas fotográficas que existen en la actualidad, pero si generar una visión amplia de la fotografía que hoy se practica en el campo del arte en Portugal dejando a un lado la visión de la disciplina, del oficio y la vernácula.
Dice Emília Tavares (Lisboa, 1964, comisaria y crítica especializada en fotografía) que después de morir la fotografía como la conocimos antaño, más cerca de los conceptos documento y memoria, «las estrategias de la construcción de lo fotográfico en la última década son la autobiografía, la apropiación de memorias, la intimidad, la reconstrucción de contextos de lo real, los dispositivos y la percepción, la serialidad, el archivo y la comparación, y el trabajo de campo».
Vítor Nieves.
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